jueves, 11 de marzo de 2010
XII / Finale matizado
¿Dónde está el corazón del mundo
que tiene la edad de una roca
a los pies del Vesubio?
El tiempo de invierno se acerca,
entre el tálamo y el túmulo.
Descifro un tablero de ajedrez incierto
por el que me mato y me muero.
Renacemos.
La batalla milenaria entre la lógica y la pasión
ha fecundado un mártir.
Tu corazón,
por hablar de mi muro particular,
es un anzuelo de dulce alquitrán que ciega
al animal que habita en mi garganta.
Te espero en el sofá de siempre,
ansiosa y cobijada,
a que llegues después del destino
que saciará mi instinto de infravivencia.
Danzo con mi corazón,
disfrazado de cabizbajo músculo amatorio,
por el que transcurren disimulados los días.
Te guardo la Gloria para después.
Ahora recojo las migajas del amor propio,
y delineo tus párpados de ojos perenganos
para que no quepa duda:
Algunos aman a oscuras,
con el tacto y el oído…
Otros, amamos como podemos,
alumbrados con una linternita
de donde penden las lágrimas
que marcan este río entre los dedos…
¿Bailamos?