jueves, 11 de marzo de 2010
XI / Tacet a la bohemia
Con la vigilia cómplice a cuestas
me ha tentado la claridad de liebre
que vuela en sueños
Y cae,
sigue cayendo,
sin volar,
como peso muerto.
Desde la taquicardia que provoca una boca ausente
he desenterrado el olor de cada herida o condena.
Advertí cuánto sueño con plumón y roja tierra.
Encontré la confusión y el olvido
necesarios para avivar el fuego bajo el cielo
y el polvo de las horas.
Ahora me quedo con los silencios de ladridos
espichados con los dedos,
para no atragantarme con las espinas
de la rebanada de amor que es un cuartel
para esta guerra de hambres.
La tristeza es un tímido haz de luz
que se filtra por las hendijas de las sábanas:
Ciega, no consigo ver nada más allá de estas sombras.
Decido echarme a dormir dentro de un libro
donde viven algunos silencios,
algunos espacios en blanco,
antes y después de unas pocas y triviales palabras.
El recuerdo de su voz
me arrulla mientras sueño
con la cabeza reposando
sobre la palma de un verso.