Vistamos la mesa de genealógicas sombras anudadas
sobre el terciopelo verdebotelladevino
con el que confeccionas tus chalecos y tus miedos
para cenarnos uno al otro en el desayuno:
Albricias estofadas por el encuentro de todos nuestros adjetivos,
fábulas al oporto para el postre y para la comprensión mutua,
aperitivos vegetales porque sí y simplemente para querernos.
Multipliquemos de una vez las lunas, los martes, los dedos aguzados,
y celebremos con ciruelas adornadas de metáforas afines
y dignas de confianza.
Cerquémonos con tiento las vocales porque no estamos solos
(o quizá porque lo estamos).
Y la próxima vez que me marche,
despídeme con un beso de bienvenida
para que la madrugada no sospeche que me alejo,
y crea que vuelvo,
y en ese vuelo premeditado
se revuelva la esperanza
de encontrar la fórmula cuántica
para alargar la fluorescencia de nuestras miradas.