Esta noche búsqueme si quiere en la arista de un sueño. Empújeme contra una onírica pared. Distráigame para desabrochar los botones de mi blusa. Agíteme con su aliento embravecido y no se detenga hasta que mueran las olas.
Después, si lo desea, acaricie mi cabello mientras envejecemos acurrucados en la cama. Yo le presto mis ojos a su almohada. Hábleme del destino, de confluencias planetarias, de la serena transformación del arcano sin nombre. Despídase sin dejar constancia de su nombre ni de su pasado…
Pero los besos, caballero, ésos sí que sean reales.