Anda cabizbajo. Pesa sobre sus hombros la ilógica de las cosas siente y calla, de las que grita y no siente. Es el hombre que vuela, el coleccionista de iniciales.
Desde hace siglos, es en su casa astral donde se elige la forma, la textura y el color de las heridas: cada noche, mientras ella teje un patchwork de pelusas cómodas, él inventa un disfraz para confundir a las arañas que cuelgan de los techos de los milagros y las rotondas. Al dormir, se arrancan la ropa a mordiscos, descuelgan al Cristo de la cruz, se lamen las pestañas como perros.
Pero la gravedad del asunto invade su intimidad con cara de ventana mal cerrada y al hombrepájaro se lo come un gato mientras espera que el mar reconstruya, con su largo trabajo de mareas, tantas cosas inútiles que nadie quiso romper, pero se rompieron.